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La apuesta teatral de los Román
por Luis Fernando Ospina V
Edgardo y Julián Román, padre e hijo, entraron en escena con la naturalidad
de los buenos actores. Estaban sobre las tablas, pero no eran éstas las que
ponían el contexto del escenario, sino una seguidilla de placas en fórmica
blanca que más parecían un decálogo literario: "El arte de la actuación es
50% inspiración y el otro 50% transpiración", decía en letras de molde el
primer mandamiento. Viéndolos en vivo y en directo, en una actuación cargada
de contenido histórico como es La fiesta del chivo, de Mario Vargas
Llosa, se. logra entender que Edgardoy Julíán Romári cumplen el principal
mandamiento de la Santa Madre Iglesia teatral: amarás las tablas por sobre
todas las cosas.
"Sin disciplina, el arte se muere"; reza en otra lápida
de acrílico y, entonces, la saga de los Román se pone al frente de un
diálogo abierto y sin libretos, en el que queda claro el gran momento por el
que pasan Edgardo y Julián.
El primero, un poco hastiado de las banalidades de la
televisión, está montando su propia obra de teatro. una que no podría ser
distinta á su pasado actoral: El caudillo, o la historia que no se ha contado
sobre la muerte de Jorge Elliécer Gaitán. El segundo, Julian, todavía trata
de digerir las mieles del triunfo por su papel de Byron en Fratncisco
El Matemático -que ya hace. parte de una campaña.de Profamilia pára
incentivar el uso del condón entre los jóvenes- y por los buenos comentarios
que ha suscitado su actuación en la película de Luis Alberto Restrepo, La
primera noche.
"Ahora estoy viviendo de la fama de Julián" advierte
Edgardo, pero el hijo replica con sonrojo: "Eso es mentira, papá. Yo
soy nada más que el resultado de tus enseñanzas"
Enseñanzas que comenzaron hace casi 23 años, cuando Edgardo
solo llevaba encima su talento y de la mano a un pequeño que nadie cuidaba
por inquieto al Teatro Popular de Bogotá (TPB) que era una fábrica de
actores, no guardería. Allí, donde la transpiración muchas veces sobrepasa
el 50% y desborda la inspiración, porque según otro mandamiento "la duda es
la gran enemiga de la creación", Edgardo encontró el primer papel para su
hijo y compartió virgen el escenario con él.
"Necesitaban un niño para que jugara con una bicicleta, y si
se demora media hora más el ensayo, Julián hubiera salido montado en ella,
con escasos tres años", recuerda el padre.
Veintitrés años después y tras haber compartido, día a
día, el escenario de la vida, padre e hijo resuelven sus diferencias de
edad-Edgardo tiene 53 años y Julián, 26- al llegar a la misma conclusión:
"La televisión sirve para alinear al pueblo, mientras el teatro lo pone a
pensar".
Sin despotricar de la pantalla chica porque hacen parte
de ella, pero sí de algunos "enlatados" a los que no entrarían, Edgardo y
Julián encienden el canal de la realidad nacional para advertir que "hacen
falta escritores para teatro y sobran libretistas de televisión". Y
encuentran razones: el rating.
La falta de recursos para generar otros espacios de
reflexión ha llevado a que sea la sintonía y no la calidad la que determine
qué se hace y con quiénes sé hace dramaturgia en Colombia. La diferencia del
teatro con la televisión, "a la que llegan actores con la misma facilidad
con que se montan realities", es que el primero "hace una selección
espontánea y rigurosa, en la que pocos tienen espacio y a todos les sobra el
talento", según los Román.
De ahí que ambos tengan claro cuál es el camino: "Seguir
haciendo montajes de teatro para poner a reflexionar al país", dice Edgardo,
y "hacer buen cine para llevar esas reflexiones a escena", agrega Julián
Román.
Cada uno a su estilo, pero con la sangre actoral a flor
de piel, estima que se están dando buenos augurios sobre el futuro del arte
dramático en nuestro país, porque son cada día más los "hombres de las
tablas" que se atreven a competir con la tele.
Las obras de Jorge Alí Triana, de quien Edgardo Román
guarda los más profundos sentimientos de respeto y admiración, "por ser un
maestro", y el esfuerzo titánico que está haciendo Enrique Carriazo, con su
obra Una historia de amor, son prueba de que el cine y el teatro
seguirán siendo el lenguaje del alma para los actores de verdad.
Porque Jorge Alí Triana y sus hijos Verónica y Rodrigo
saben, como lo saben también los Román, que nada sería posible si la
adaptación de La fiesta del chivo no hubiera contado con la
experiencia teatral convertida en drama, tal como lo aseguró el escritor
Mario Vargas Liosa, después de presenciar hace dos semanas el montaje de su
obra en el Teatro Nacional La Castellana de Bogotá
"Es drama lo que era una narración, una novela. Es una
experiencia para mí muy interesante, muy exaltante, y la verdad es que estoy
muy agradecido con Jorge Alí y todo su equipo de actores", dijo a La Revista
el escritor peruano.
Pero ni esos elogios sacan a los Román de su línea de
trabajo. No bastan para Edgardo 25 películas, más de 100 horas de teatro y
media vida detrás de cámaras, para dejar de aplicar uno de sus aforismos:
"La vida es teatro y en cada uno de nuestros actos representamos un papel.
Nuestra profesión no es un empleo, aunque siempre trabajamos con palabras
prestadas".
"La dignidad no es negociable", repetía hasta el
cansancio don José Amador Román, el padre de Edgardo, cuando hace medio
siglo se ganaba la vida diseñando carrozas para obras de teatro y marcaba el
rumbo de su hijo: ser actor. "Jamás se me olvidará. Él me llevó a teatro y
de unos telones salía el ruido del agua y el crujido del mar y cuando se
abrió el escenario estaba allí imponente el barco de mis sueños: la
actuación", dice Edgardo, mientras Julián lo abraza con admiración.
"Los Román somos así", dicen ellos.
Tomado de La Revista de El Espectador No.175, 23 de
noviembre de 2003 |
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José
Edgardo Román Cruz nació en Bogotá, el 04 de agosto de 1950. Inició su
carrera desde 1971 y hoy por hoy, es uno de los actores colombianos de más
trayectoria en el teatro, el cine y la televisión. Ha participado en más de
20 montajes teatrales que han estado en numerosos festivales internacionales
de teatro; en 22 películas y un gran número de telenovelas y series de la
televisión colombiana.
Dentro de su formación, participó en el
curso de formación de actores realizado por RTI, bajo la dirección de Boris
Roth en 1981. Desde 1976 hasta 1993, fue profesor de actuación, en el método
de Stanislavski, en la Escuela de Teatro del Distrito Luís Enrique Osorio,
ahora la ASAB, bajo la dirección de Alfonso Graiño (Director español), Jairo
Aníbal Niño (Director colombiano), Rafael Moreno (Director colombiano).
Durante 13 años participó en la investigación, preparación y elaboración del
paquete curricular de la Academia Superior de Artes de Bogotá –ASAB-.
También fue profesor y director del grupo de teatro del Banco Cafetero
durante 4 años (1982-1986). Desde 1993 hasta la fecha, es profesor, fundador
y director del Laboratorio de Investigación Artística y Teatral ACTUEMOS
desarrollando el método de la “Actuación Orgánica”. Así mismo, fue el
realizador de las primeras competencias de “Improvisación” con el TPB.
Como actor ha participado en los montajes de
El
aniversario,
El oso,
Pedido de mano y
Sobre el
daño que hace el tabaco de Antón Chejov;
Medea
de Eurípides;
La zapatera prodigiosa
de García Lorca;
Romance de lobos
de Valle Inclan;
I took Panamá
de Luís Alberto García;
Aquí no paga nadie
de Dario Fo;
Tito Andrónico
y
Romeo y Julieta de William Shakespeare;
La
Cándida Eréndira y
Crónica de
una muerte anunciada de Gabriel García
Márquez;
Ejercicios para equilibrista
de Luís Mantilla;
La Fiesta del Chivo
de Germán Vargas Llosa;
Caudillo,
Interludio a la mortal exposición,
Edipo Rey
Black,
Lo que por la boca se dice del espíritu
predice y
Érase una
vez la historia del Quijote sin mancha de
Mauricio Goyeneche, entre otras obras. Ha trabajado con compañías como el
TPB el Teatro Actores de Colombia y el Teatro Nacional, de la mano de los
directores Alfonso Graiño (español), Juan Margallo (español), Carlos José
Reyes (colombiano), Jorge Alí Triana (colombiano), Paco Barrero
(colombiano), Luís de Tavira (mexicano) y Mauricio Goyeneche (colombiano).
También ha actuado en importantes escenarios como el Teatro Odín de
Dinamarca y en el Teatro San Martín de Buenos Aires.
En televisión se destaca su participación en los elencos de La abuela
(1978); Tiempo de morir (1985), Cuento del domingo, El Bogotazo, Extorsión,
Caballo viejo (1988), Los pecados de Inés de Hinojosa (1988), Maten al león
(1989) por la cual ganó el premio India Catalina y el premio Simón Bolívar a
Mejor Actor Protagónico, Romeo y Buseta (1987 – 1992), Si mañana estoy viva,
Los Victorinos (1991), Crónicas de una generación trágica (1993), Guajira
(1996), Carolina Barrantes (1998), ¿Por qué Diablos? (1999), La reina de
Queens (2000), La baby sister (2000), Amantes del desierto (2001), Amor a la
plancha (2003), La saga: negocio de familia (2004), Lorena (2005), Los Reyes
(2005), Hasta que la plata nos separe (2006), Pura sangre (2007), dos
capítulos de la primera temporada de Tiempo Final de Fox-Telecolombia, El
fantasma del Gran Hotel (2009) y la serie de Televisión Española -TVE-
Operación Jaque (2010).
En cine ha actuado en
Colombia connection
(1979) de Gustavo
Nieto Roa;
Remolino sangriento
(1980) de Roberto Montero y Jorge Gaitán Gómez;
Padre por accidente
(1981) de Manuel Busquets
Emiliani;
Ayer me echaron del pueblo
(1982) de Jorge Gaitán;
Cóndores no entierran todos los días
(1984) de Francisco Norden;
Pisingaña
(1986) de Leopoldo Pinzón; la película italo-alemana
Tre giorni
ai tropici
(1986) de Tommaso Dazzi;
Crónica de una muerte anunciada
(1987) de Francesco Rosi;
El embajador de la India
(1987) de Mario Ribero;
Técnicas de duelo
(1988),
La estrategia del caracol
(1993) y
Águilas no cazan moscas
(1994)de Sergio Cabrera;
Amar y vivir
(1990) de Carlos Duplat;
Soplo de vida
(1999) de
Luís Ospina;
La toma de la embajada
(2000) de Ciro Durán; fue la voz de uno de los personajes de la película de
animación
Bolívar, el héroe
(2003) de
Guillermo Rincón;
La historia del baúl rosado
(2005) de Libia Stella
Gómez;
Las aventuras de Beto y Roberto
de Miller Almario y Oscar Botía;
Karmma
(2006) de Orlando Pardo;
Nochebuena
(2008) de Camila Loboguerrero y
Retratos en un mar de mentiras
(2010) de Carlos Gaviria.
Texto gentilmente suministrado por Pantalla Colombia, 2010
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El legado de Román
Edgardo Román es un bogotano que se enamoró del teatro en su adolescencia
a causa de una obra teatral sobre el naufragio de un barco, con la cual
asegura que vio por primera vez el mar. Pero no fue solamente esa visión la
que lo hizo vibrar sino también los movimientos incesantes del telón y el
agite de los actores, que le ayudaron a comprender que ese era el destino
que quería para su vida.
De allí en adelante montó un grupo de teatro en el colegio. Fue Ramiro
Corzo quien al verlo actuar le afirmó que con su dirección y el talento de
Edgardo iban a hacer el mejor teatro de Latinoamérica. Y no se equivocó,
porque gracias a sus virtudes ha logrado participar en innumerables
proyectos como Padre por accidente, Amar y vivir, Los Victorinos, Águilas
no cazan moscas, Baby sister, Bolívar, el héroe, Pura sangre y El
fantasma del Gran Hotel, con los cuales ha ganado un Simón Bolívar y
varios India Catalina.
Hoy tiene su escuela de formación actoral llamada Actuemos, donde ha
formado a artistas como Flora Martínez y su hijo Julián Román. Ahora lo
vemos en la novela Amar y temer, del Canal Caracol y en la película
En coma.
Tomado de la Revista Elenco
Edición 68, 5 de mayo de 2011
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José Edgardo Román Cruz nació en Bogotá, el 04 de
agosto de 1950. Inició su carrera desde 1971 y hoy por hoy, es uno de los
actores colombianos de más trayectoria en el teatro, el cine y la
televisión. Ha participado en más de 20 montajes teatrales que han estado en
numerosos festivales internacionales de teatro; en 22 películas y un gran
número de telenovelas y series de la televisión colombiana.
Dentro de su formación, participó en el curso de formación de actores
realizado por RTI, bajo la dirección de Boris Roth en 1981. Desde 1976 hasta
1993, fue profesor de actuación, en el método de Stanislavski, en la Escuela
de Teatro del Distrito Luís Enrique Osorio, ahora la ASAB, bajo la dirección
de Alfonso Graiño (Director español), Jairo Aníbal Niño (Director
colombiano), Rafael Moreno (Director colombiano). Durante 13 años participó
en la investigación, preparación y elaboración del paquete curricular de la
Academia Superior de Artes de Bogotá –ASAB-. También fue profesor y director
del grupo de teatro del Banco Cafetero durante 4 años (1982-1986). Desde
1993 hasta la fecha, es profesor, fundador y director del Laboratorio de
Investigación Artística y Teatral ACTUEMOS desarrollando el método de la
“Actuación Orgánica”. Así mismo, fue el realizador de las primeras
competencias de “Improvisación” con el TPB.
Como actor ha participado en los montajes de
El
aniversario,
El oso,
Pedido de mano y
Sobre el
daño que hace el tabaco de Antón Chejov;
Medea
de Eurípides;
La zapatera prodigiosa
de García Lorca;
Romance de lobos
de Valle Inclan;
I took Panamá
de Luís Alberto García;
Aquí no paga nadie
de Dario Fo;
Tito Andrónico
y
Romeo y Julieta de William Shakespeare;
La
Cándida Eréndira y
Crónica de
una muerte anunciada de Gabriel García
Márquez;
Ejercicios para equilibrista
de Luís Mantilla;
La Fiesta del Chivo
de Germán Vargas Llosa;
Caudillo,
Interludio a la mortal exposición,
Edipo Rey
Black,
Lo que por la boca se dice del espíritu
predice y
Érase una
vez la historia del Quijote sin mancha de
Mauricio Goyeneche, entre otras obras. Ha trabajado con compañías como el
TPB el Teatro Actores de Colombia y el Teatro Nacional, de la mano de los
directores Alfonso Graiño (español), Juan Margallo (español), Carlos José
Reyes (colombiano), Jorge Alí Triana (colombiano), Paco Barrero
(colombiano), Luís de Tavira (mexicano) y Mauricio Goyeneche (colombiano).
También ha actuado en importantes escenarios como el Teatro Odín de
Dinamarca y en el Teatro San Martín de Buenos Aires.
En televisión se destaca su participación en los elencos de La abuela
(1978); Tiempo de morir (1985), Cuento del domingo, El Bogotazo, Extorsión,
Caballo viejo (1988), Los pecados de Inés de Hinojosa (1988), Maten al león
(1989) por la cual ganó el premio India Catalina y el premio Simón Bolívar a
Mejor Actor Protagónico, Romeo y Buseta (1987 – 1992), Si mañana estoy viva,
Los Victorinos (1991), Crónicas de una generación trágica (1993), Guajira
(1996), Carolina Barrantes (1998), ¿Por qué Diablos? (1999), La reina de
Queens (2000), La baby sister (2000), Amantes del desierto (2001), Amor a la
plancha (2003), La saga: negocio de familia (2004), Lorena (2005), Los Reyes
(2005), Hasta que la plata nos separe (2006), Pura sangre (2007), dos
capítulos de la primera temporada de Tiempo Final de Fox-Telecolombia, El
fantasma del Gran Hotel (2009) y la serie de Televisión Española -TVE-
Operación Jaque (2010).
En cine ha actuado en
Colombia conection
(1979) de
Gustavo Nieto Roa;
Remolino
sangriento
(1980) de Roberto Montero y Jorge Gaitán Gómez;
Padre por
accidente
(1981) de Manuel Busquets Emiliani;
Ayer me echaron
del pueblo
(1982) de Jorge Gaitán;
Cóndores no
entierran todos los días
(1984) de
Francisco Norden;
Pisingaña
(1986) de Leopoldo Pinzón; la película italo-alemana
Tre giorni
ai tropici
(1986) de Tommaso Dazzi;
Crónica de una
muerte anunciada
(1987) de Francesco Rosi;
El embajador de la
India
(1987) de
Mario Ribero
Ferreira;
Técnicas de duelo
(1988),
La estrategia del
caracol
(1993) y
Águilas no cazan
moscas
(1994) de
Sergio Cabrera;
Amar y vivir
(1990) de Carlos Duplat;
Soplo de vida
(1999) de
Luis Ospina;
La toma de la
embajada
(2000) de
Ciro Durán;
fue la voz de uno de los personajes de la película de animación
Bolívar, el héroe
(2003) de Guillermo Rincón;
La historia del
baúl rosado
(2005) de Libia Stella Gómez;
Las
aventuras de Beto y Roberto de Miller
Almario y Oscar Botía;
Karmma
(2006) de
Orlando Pardo
;
Nochebuena
(2008) de Camila Loboguerrero,
Retratos en un mar
de mentiras
(2010) de
Carlos Gaviria
y
Pequeños vagos
(2012) de Carlos Zapata.
Texto gentilmente suministrado por
Pantalla Colombia, 2012 |
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Cautivado por la
actuación
Su interés por la actuación despertó, desde
muy pequeño, en Mosquera (Cundinamarca), donde se crio. A los 13 años,
sentía curiosidad por el teatro, los actores, los escenarios. El día de su
gran encuentro con el arte dramático ocurrió de la mano de las monjas del
Colegio Salesiano de Mosquera. "Nos llevaron a ver obras. Nos metimos por
entre el telón, porque había mucho ruido, y vimos cómo se ponían pelucas,
preparaban unos baldes y unas láminas de zinc. Nos hicieron sentar, otra
vez, en la platea. Hubo un silencio, unos timbres y vi un barco en altamar.
Entraba el agua por las escotillas. La gente gritaba. Ahí, me di cuenta de
que para eso era el agua. Sonaban los truenos y para eso eran las láminas de
zinc que movían. El : descubrir ese truco de contar una historia con la
magia del teatro me cautivó", afirma.
Edgardo descubrió que la
actuación era su verdadera vocación y, al ingresar aun grupo religioso,
aprovechó para unir se al grupo teatral. “ Empezamos a hacer
representaciones religiosas. Con el tiempo, ingresé a una iglesia y, ahí,
una de las actividades era hacer teatro. Nos prestaban una casa desde las 5
hasta las 10 a.m., con pianos y todo. Me encontré con Ramiro Corzo y, con
él, empezó este camino de la profesionalización. Comenzamos a estudiar
libros, a Stanislavski, a Grotowski y a todos estos hombres que empezaron a
marcarnos un camino desde el método. Había un muchacho, Carlos, que hacía de
asistente en una telenovela y nos dijo: ¿Ustedes quieren venir a hacer de
extras? ¡Claro, chévere!, le respondimos. Fuimos y nos gustó. Volvimos unas
tres veces, y un día preguntaron quién podía hacer un texto, y yo me lo
gané. Tenía que hacer llorar a Julio César Luna. Logré hacerlo. Era una
escena en una cárcel: él era un cura y yo, un preso”.
Después de esta
presentación de Edgardo, la gente empezó a preguntar por él, y empezaron a
tenerlo en cuenta para otras producciones. “Hice mi primer papel de
importancia. Se llamaba Orestes Rodríguez, en Recordarás mi nombre, Entré
haciendo un personaje de tercera categoría y resulté siendo casi el
protagonista".
Ya Román se metía, cada vez más, en la actuación.
“Cuando me di cuenta de que lograba conmover a la gente estando en el
escenario, me dije: ¡Esto es lo mío!. Desde entonces, nunca rne he bajado
de un escenario. Es rico hacer cine, televisión y teatro. Lo que pasa es que
nací en una época en que la televisión no era tan fuerte y el teatro se
movía mucho. Se ejecutaba mucho en los colegios: esa fue una bendición para
mí, porque, antes de la televisión, empezamos a hacer teatro, y la actuación
no era, simplemente, por salir en la televisión. La actuación era para
contar historias. El teatro es la esencia misma de la actuación: pararse
delante de un público a conmoverlo con una narración teatral”.
Edgardo tiene en su carrera un largo historial de producciones: La vorágine,
Pero sigo siendo el rey, Tiempo de morir, Pura sangre, Los reyes. El
fantasma del Gran Hotel, Amar y temer, entre muchas más. En cine ha
hecho presencia en filmes como El embajador de la India, La toma de la
embajada, Águilas no cazan moscas, La estrategia del caracol y La historia
del baúl rosado. Actualmente, actúa en. Metástasis, la versión
latinoamericana de la serie norteamericana BreakingBad.
ACTOR Y MAESTRO
Maestro. Así lo llaman su
estudiantes, aquellos que también tienen su mismo sueño. Hace más de treinta
años, Edgardo decidió compartir su experiencia, dando clases en la Escuela
de Teatro del Distrito Luis Enrique Osorio, ahora llamada la ASAB y, en
1993, fundó el Laboratorio de Investigación Artística y Teatral Actuemos,
donde ha desarrollado el método de la actuación orgánica. “Formé parte de
una academia con Alfonso Graiño y Óscar de Moya y, con ellos,
decidimos hacer una academia.
Yo hacía mucho deporte y
era bueno en expresión corporal. Me dijeron que hiciera todo el
acondicionamiento motor. Ahí, empezó lo de la enseñanza".
Edgardo Román cumple 43
años de carrera profesional como actor y maestro del arte dramático.
Desarrolló el método de la actuación orgánica.
Tomado de la Revista VEA No. 063,
septiembre de 2014
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Al llegar a Actuemos todo es gritos y telón. Los estudiantes deambulan
descalzos por toda la escuela practicando sus rutinas teatrales. Hay
atuendos y máscaras colgados en las paredes y un letrero que dice “Sin
disciplina el arte muere”.
Aparece en escena el maestro Edgardo Román, uno de los actores insignia
de la televisión y el teatro en Colombia.
Saluda muy amablemente. Tiene las manos grandes y fuertes, la voz grave y
estruendosa. Se sienta cruzando las piernas y los brazos, tiene una sonrisa
bien amplia, un lunar debajo del labio que se acentúa cuando habla con
seguridad, el mentón marcado, y se le iluminan los ojos, bien oscuros por
cierto, cuando habla de las cosas que lo apasionan y lo hacen feliz, como
actuar y sus hijos. Uno imaginaría que es muy serio, pero sonríe
constantemente, y ya cruzado de piernas y manos mueve reiteradamente los
pies.
EDGARDO & JULIÁN ROMÁN
En el caso de este par de actores, la frase “hijo de tigre" es más
que obvia. Aunque Julián cree que se parecen bastante, en m uchas
cosas, empezando por el físico y el amor por la profesión Edgardo comenta
que siente que son distintos en sus personalidades: aunque él es alegre,
reservado en su vida, en cambio Julián es “más extrovertido”. Y,
jocosamente, nos revela que las costumbres culinarias son distintas. ‘En
cuestión de alimentación, por ejemplo, de pronto ahora que él volvió a las
carnes nos parecemos un poco, porque a mí me gusta la carne, pero de resto,
no. A mí me gustan las papas, el arroz, todo. Julián es más selectivo con lo
que consume”, dice el padre.
Edgardo recuerda que, cuando Julián le
dijo que deseaba seguir sus pasos, él tuvo un poco de temor, porque no le
veía muchas habilidades para el canto o la danza. “Temía que no pudiera.
Pero después de que entró a estudiar, que tomó en serio esta profesión,
cuando lo vi en su primera función actuando, cantando y bailando, ya se me
pasó”. Y, como de todo se aprende, Edgardo dice que su hijo le ha enseñado a
divertirse mucho en el trabajo. Es un gozón”, dice.
Julián califica a
Edgardo como su maestro de toda la vida. “Más que heredar el talento, lo que
se hereda son el gusto y la pasión por la carrera. El actor, que hoy
personifica a Juan Gabriel en la serie Hasta que te conocí, nos contó que,
desde que vio a su padre actuar en la obra La muerte de un agente viajero,
del TPB, quiso convertirse en actor. “Yo estaba muy chiquito y veía cómo los
actores se cambiaban y actuaban y parecía un juego. Esa fue la primera vez
que quise ser actor”. Y agrega: “No sé si uno decide ser artista. Más que
una decisión, son las situaciones las que lo conducen a uno. A medida que
creces, te vas dando cuenta de la cantidad de cosas mágicas que tiene este
arte”, concluye Julián.
Tomado de la Revista VEA, Edición 0108, junio de 2016
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